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Castillos en el aire

Semana Negra

Levantarme con la cabeza aturullada por la infección de garganta que me amenaza estos días.
Pulular semigrogui por casa.
Esperar por alguien que cuando llegó dijo que no podía de llevarnos (consecuencia: coger el tren muy tarde).
Caminar demasiado. Encontrarnos a una amiga por el camino. Ya somos tres.
Llegar. Mirar puestos y más puestos. Pulseras, collares, pañuelos, pantalones, chapas, chapas y más chapas, camisetas, discos, juguetes, arcos y flechas, máscaras, atrapasueños, bolsos, cinturones...Demasiada gente. Chicos.
Querer ver exposiciones y mirar libros.
Comer y comer. Y fijarme en el chico que me vendió las bebidas.
Caminar más. Ver el bolso que me acabo de comprar por un precio razonablemente más barato que lo que yo acabo de pagar (siempre me pasa).
Ver grupos tocando en los chiringuitos. Payasos, mimos, malabaristas, actores.
Marcharnos. Ver la playa (es perfecta a esas horas).
Correr. Perder el tren. Sentarnos en un banco. Sacar fotos.
Ir a una de las únicas cafeterías abiertas. Pedir el café más caro del mundo. Reirnos muchísimo; tanto que tuve que escupir el café para que no se me saliera por la nariz. Utilizar el ticket de la cuenta para escribirle una nota informativa al dueño del bar: su café es demasiado caro (y más cosas).
Me encanta este día.

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